"Los datos italianos son tan malos como los de España. La diferencia es que Monti es un fantástico hombre de relaciones públicas en comparación con el desastre de relaciones públicas del Gobierno español".
La frase, de ayer lunes, es de Michael Gallagher, director de investigación de Idea Global, pero además de anecdótica, es también el sentir generalizado en la City, en Bruselas y hasta en los pasillos del Congreso.
No hay ningún político en el mundo, por bueno y popular que sea, que no culpe de sus problemas a un fallo de comunicación o la falta de entendimiento. Pero cuando son los propios 'mercados' los que le dicen a un Ejecutivo que su problema es de relaciones públicas, la cosa es grave.
En realidad, no se trata de que Rajoy sea mejor o peor orador que Monti. O que apenas hable con los medios de comunicación, que también, sino de que a los inversores les está convenciendo y tranquilizando más -al menos un poco más- el primer ministro italiano. Por su reputación. Porque Italia no es España. Por saber comunicarse en inglés. Por su experiencia en cargos relevantes a nivel europeo. Por carisma (es un decir), por desafiar la ortodoxia en el momento justo y salirse con la suya o porque simplemente es mejor. Da igual, el caso es que está siendo así.
Hace unos días, Peter Briger, responsable de Fortress, uno de los fondos más grandes del mundo, que gestiona cerca de 50.000 millones de dólares y es especialista en deuda de países con problemas ('distressed debt'), lo explicaba bien claro en una entrevista en EL MUNDO: "Obviamente, España tiene un problema muy grande de comunicación. Alemania logra financiarse a poco más del 1%, mientras que España lo hace al 7%. Para mí está claro que Alemania quiere mantener a la UE unida, tiene la voluntad. Así que ese diferencial del 6% entre ambos es un problema de comunicación. Hay que hacer que los clientes potenciales de deuda española entiendan cuáles son las iniciativas del país y que estén de acuerdo con ellas. Y hay que hacerlo rápido porque esa prima de riesgo es inaceptable e insostenible a largo plazo".
La receta de Briger es sencilla: España debe hablar con los inversores directamente, con los 15 o 10 grandes actores mundiales. Debe explicarles la situación del país, las medidas puestas en marcha y las que vendrán y convencerles de que el futuro, por mucho que diga la prima de riesgo, va a ser mejor. A la cara, abiertamente.
Y puede funcionar. "Nosotros tenemos experiencia en el país. Sabemos que las leyes funcionan. Que el sistema bancario funciona. Y diría que tras los últimos días, tras reunirme en persona con representantes del Gobierno y del sector financiero, tengo más confianza a largo plazo en España de la que tenía antes de venir", recalcaba el presidente de Fortress.
Está claro que los mercados se fijan en los fundamentales de un país más que en la capacidad de expresión de un político. Y que si creen que la banca española necesita 100.000, 250.000 o hasta 400.000 millones de euros para sanearse, se pueden hacer todos los saneamientos que se quieran, que ofreciendo 15.000 millones no se van a convencer.
Pero hay circunstancias en las que el carisma es esencial. En las que poder descolgar un teléfono y llamar y convencer a uno de los grandes 'hedge funds' o inversores puede condicionar el precio de una subasta. Y para eso, las relaciones públicas, un trabajo diario que implica viajar mucho, y no sólo al fútbol, dormir poco, sonreír y convencer a los escépticos, son esenciales. Como lo es tener peso específico enter los socios comunitarios para conservar un puesto en el Consejo del BCE o para lograr que tu candidata sea la elegida para presidir el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad financiera.
El fin de semana pasado, mientras Rajoy estaba con su partido en Andalucía y las calles se llenaban de manifestantes irritados, Mario Monti estaba en la Sun Valley Conference (Idaho, EEUU) vendiendo la Marca Italia ante los grandes 'titanes'.
Confraternizando y siendo elogiado por Bill Gates o Warren Bufett y el resto de los ilustres y poderosos invitados de la firma Allen & Company.
Quizás a los inversores, los que compran la deuda española, no les haga falta que sea el propio presidente y no un ministro o la responsable del Tesoro el que vaya a las principales plazas de América, Asia o Europa a vender las bondades de su país y se conformen con que les expliquen, sólo a ellos, las nuevas medidas en un documentos.
O quizás sí. Lo que está claro es que todo el mundo estaría bastante más tranquilo si el Gobierno y el Banco de España no se llevaran la contraria en cuestión de horas en algo tan sensible como el futuro de los bancos o si las CCAA no anunciaran recortes de sueldos y luego las anularan.
Porque llevamos años así, lanzando un mensaje y el contrario desde todas las instituciones una y otra vez. Revisando el déficit cada pocos meses y sacando facturas del cajón por sorpresa. Deberíamos haber aprendido la lección y no lo hemos hecho. Y eso se paga. Porque los mercados saben que si se les engaña una vez, es culpa del mentiroso. Pero si se les vuelve a engañar, ya es culpa de ellos. Y han escarmentado y no fuman crack.
El hecho es que en Europa se habla cada día de las comunidades autónomas españolas, de aeropuertos vacíos y de 'cajas', y no del sur de Italia, mafia o corrupción. Los países que sobreviven no son los más fuertes, los más listos o los más ricos, sino los que se adaptan mejor. Y Monti, en eso, nos lleva mucho ventaja.
Fuente:
El Mundo