2 de enero de 2014

Sociedad y Comunicación

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación están reconfigurando los “modos de estar juntos” desde las transformaciones de nuestra percepción del espacio y del tiempo. Del ‘espacio’, profundizando el desanclaje que produce la modernidad por relación al lugar, desterritorialización de los mapas mentales y de las formas de percibir lo próximo y lo lejano. Paradójicamente esa nueva espacialidad no emerge del recorrido viajero que me saca de mi pequeño mundo sino de su revés, de la experiencia doméstica convertida por la televisión y el computador en ese territorio virtual al que, como de manera expresiva ha dicho Virilio “todo llega sin que haya que partir”. 

En lo que respecta al ‘tiempo’, estamos ante unos medios dedicados a fabricar presente, un presente autista, que pretende bastarse a sí mismo. Lo que sólo puede producirse mediante el debilitamiento del pasado, de la conciencia histórica. Al referirse al pasado, a la historia los medios masivos lo hacen casi siempre en forma descontextualizada, reduciendo el pasado a una cita, y a una cita que en la mayoría de los casos no es más que un adorno con el cual colorear el presente siguiendo ‘las modas de la nostalgia’. 

El pasado deja de hacer parte de la memoria convirtiéndose en ingrediente del pastiche que nos permite mezclar los hechos, las sensibilidades y estilos de cualquier época, sin la menor articulación con los contextos y movimientos de fondo de esa época. Y un pasado así no puede iluminar el presente, ni relativizarlo, ya que no nos permite tomar distancia de la inmediatez que estamos viviendo, contribuyendo así a hundirnos en un presente sin fondo, sin piso, y sin horizonte. 

La obsesión de presente implica a su vez una flagrante ausencia de futuro. Catalizando la sensación de “estar de vuelta” de las grandes utopías los medios se han constituido en un dispositivo fundamental de instalación en un presente continuo, en “una secuencia de acontecimientos que, como afirma Norbert Lechner, no alcanza a cristalizar en duración, y sin la cual ninguna experiencia logra crearse, más allá de la retórica del momento, un horizonte de futuro”.  Y así se nos hace imposible construir proyectos: “Hay proyecciones pero no proyectos”, algunos individuos se proyectan pero las colectividades no tienen dónde asir los proyectos. Y sin un mínimo horizonte de futuro no hay posibilidad de pensar cambios, con lo que la sociedad patina sobre una sensación de sin-salida.

Ante este panorama solo queda que la sociedad y las organizaciones inmersas en ella, reestructuren sus acciones con base en un compromiso específico y unas tareas ineludibles:

•   Desarrollar en la sociedad y en el Estado una toma de conciencia sobre el carácter estratégico del Espacio Público de Información,
•   Emprender acciones para traducir el Espacio Público en un Archivo Virtual Mundial al que puedan acceder y en el que quepan todos los pueblos,
•   Proponer regulaciones del Espacio Público de Información de modo que sean respetadas tanto la vida privada como la confidencialidad de los datos requeridos para el acceso, privacidad y confidencialidad que se hallan hoy amenazados como nunca antes y tanto por el mercado como por el Estado,
•   Difundir que el “bien común” se halla representado sobre todo en la existencia del otro, y en especial del más otro, el pobre,
•   Pensar las redes de comunicación e información como el tejido nervioso de la solidaridad humana y el internacionalismo,
•   Desarrollar el intercambio de información pública no disponible ejercitando la crítica y reinterpretación de la disponible,
•   Conectar a la red las experiencias de organización horizontal e informal de las comunidades populares,
•   Proporcionar bases técnicas a los movimientos que buscan recrear la democracia expandiendo el pluralismo y la multiculturalidad.

Extraído de "Transformaciones comunicativas y tecnológicas de lo público" 
Por: Jesús Martín-Barbero




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