La comunicación de la ciencia es un campo en activo crecimiento. ¿Llegó el momento de proponer algunos criterios para su funcionamiento?
La comunicación de la ciencia ha ganado un lugar preponderante en los últimos años. Después de un largo período en el cual se buscaba que esta actividad formara parte del día a día de la sociedad, hemos llegado a un punto donde hablar sobre ciencia es algo, al menos, un poco más habitual.
Gracias a este avance, entramos ahora en otra etapa: reflexionar sobre algunos criterios para el ejercicio de esta práctica.
En la actualidad no existe una cultura extendida y afianzada acerca de la formación de los comunicadores* científicos. Si bien hay algunos posgrados e iniciativas aisladas la formación académica de comunicadores científicos es bastante limitada a nivel nacional, aunque algunas universidades comienzan a pensar en proyectos para cubrir este área de vacancia.
Expondré tres puntos que considero serían útiles al momento de diseñar algunos lineamientos generales para la práctica de la comunicación científica:
1. Formación
2. Dedicación
3. Interacción
Obviamente, esta es una mirada subjetiva que parte de mi formación y experiencia laboral por lo cual no tiene como objetivo constituirse en una “receta” sobre cómo hay que comunicar la ciencia (mi idea es que todos podemos comunicar ciencia con interés y herramientas apropiadas). Simplemente busco plantear algunas propuestas para pensar la pregunta “¿por qué es necesario profesionalizar la comunicación científica?”
1. Sobre la formación del comunicador científico
El comunicador de la ciencia engloba a profesionales que, viniendo desde distintos orígenes formativos, han elegido comunicar la ciencia como actividad principal.
Lo más común es que los comunicadores sociales o periodistas se dediquen a esta actividad. Su formación implica un interés temprano en la actividad comunicacional y una formación acorde para responder a estos requerimientos.
Dada la popularidad que este campo ha alcanzado durante los últimos años, empieza a ser más común que egresados de otras carreras comiencen a explorar la posibilidad de dedicarse a la comunicación científica.
Aparecen entonces profesionales relacionados con la Física, la Química o la Biología que hacen comunicación de la ciencia. No es un dato menor que estas carreras no tengan una formación intensa en cuanto a lo comunicacional, probable razón que haya demorado la incursión de sus egresados en el campo que nos convoca.
Por lo arriba expuesto considero que el comunicador científico necesita tener herramientas de comunicación y de ciencia. Por esta razón, aquellos que provienen del campo comunicacional por formación, se verán beneficiados de incorporar conocimientos científicos (los cuales dependerán del área de interés) y los profesionales de las "ciencias duras" incrementarán sus capacidades por la incorporación de herramientas comunicacionales.
2. Full time (o casi)
La profesionalización de la comunicación científica implica la posibilidad de que el comunicador científico se dedique de lleno a esta actividad. Si bien esto estará en gran medida determinado por las posibilidades que den los grandes medios, no debemos olvidar que desde el advenimiento de la Internet hemos ganado la capacidad de generar medios alternativos cuyo desarrollo abre posibilidades muy interesantes.
Cuando el comunicador científico puede vivir de la comunicación de la ciencia, tiene tiempo para estar en el mundo científico en un 100%. Esto implica que conocerá lo que sucede en ese entorno, quién es quién, cuáles son las líneas de trabajo, la historia de cada investigador y grupo de trabajo, los odios y amores que se presentan como en cualquier actividad humana y las pujas de poder existentes.
Esto es importante no solo por lo que el comunicador científico podrá escribir, si no por todo aquello que conocerá y sobre lo cual no escribirá nunca. Pero que se convertirá en un sustrato por demás útil para algo clave al momento de hablar con los científicos: la repregunta.
Al mismo tiempo, la interacción contínua del comunicador científico con los investigadores y la forma de trabajo de aquellos contribuiran a crear una relación de confianza que estimulará la apertura de los científicos.
3. Interacción: la repregunta
Un sano escepticismo es siempre útil al momento de examinar la actividad científica. Comunicar ciencia es mucho más que dar una noticia sobre un avance científico (el hecho de concentrarse solo en avances es otro tema para debatir). Comunicar ciencia implica tener un bagaje de conocimientos que nos permitan preguntarnos sobre la verosimilitud de la información que nos llega, sus posibilidades de aplicación en caso de ser exacta, los aspectos positivos y negativos asociados al nuevo descubrimiento y sus implicancias sociales, culturales y políticas.
Un comunicador que no se especializa en ciencia y llega a entrevistar a un/a científic@ se encuentra bastante limitado en su formación como para saber de qué le están hablando. Pero no sólo eso: tampoco tiene herramientas para discernir si el entrevistado está dando información cierta.
La ciencia, como cualquier otra actividad humana, incluye a investigadores cuyos trabajos no son necesariamente exactos y proyectos cuya importancia se distorsiona con fines diversos. Si el comunicador no se maneja en el medio científico no tiene forma de detectar estas situaciones y queda en la posición de aquel a quien se le entrega un hermoso paquete envuelto en papel brillante y con un hermoso moño de color.
Los dos puntos que mencioné inicialmente, conocer sobre ciencia y conocer sobre el medio científico, se constituyen entonces en verdaderas vacunas contra la infección por información falsa, egos distorsionados y proyectos inflados. En estas condiciones el comunicador no solo escucha lo que le dicen, si no que lo analiza y genera una nueva pregunta para clarificar el panorama.
Cerrando el círculo
Volviendo a la pregunta inicial, “¿por qué profesionalizar la comunicación científica?”, la respuesta es fácilmente deducible de los tres puntos anteriores.
Seguramente habrá otras razones para propender a crear un espacio mejor preparado desde lo académico y lo práctico para abordar la comunicación de la ciencia. Pero, desde mi perspectiva, los tres puntos expuestos grafican de manera clara que, para hacer comunicación científica, necesitamos saber de lo que estamos hablando, tanto en lo comunicacional como en lo científico.
* Usaré la palabra comunicador para englobar a aquellos profesionales que, viniendo de distintos caminos formativos, han elegido la comunicación como espacio de trabajo.
Nota Publicada en Rosario3.com
16.02.2016
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